Aquí estamos en el jardín de San Juan de Dios, ese día salimos a comprar telas para un experimento mio.
En tu fiesta, como es común, eras el festejado ausente, estabas pero no tenias la posibilidad de abstraer lo que pasaba frente a tus ojos, ni la mínima idea de lo que hacían todas esas personas en un lugar que habitualmente no tiene tantas, todos haciendo y deshaciendo, moviéndose y poniéndote los pelos de punta, quizás era demasiado para ser el primer año, y quizás todos le daban una importancia que para ti no lo era, sólo puedo imaginar lo que pensabas y, en el peor de los casos pensar que pensabas lo que yo deseaba pensar que pensaras, maldita objetividad esquiva, maldita ciencia exacta, maldita humanidad abstracta, no importa, bueno si, pero no demasiado, nunca demasiado. Más tarde ese día llegó el momento, primero de comer, después de cantar las mañanitas y de aplaudir, yo no lo hice, no me apetecía, aplaudir me hace sentir estúpido, como un simio que no comprende lo que pasa a su alrededor, entonces aplaude impotente, y con el choque de sus palmas sofoca su pensamiento porque duele en demasía. El pastel llegó poco después y con el la celebración de tus actos, esos que dentro de unos años todos verán con malos ojos, como signo inequívoco de que eres un mal educado y un desadaptado social... (Continuara)
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